sábado, 17 de mayo de 2008

Por qué (no) leo poesía


Me pasa con la poesía que me atoro de ella.
Únicamente la puedo leer de a saltos, de a golpes.
Mi mirada se inquieta frente a los renglones, y siento que bizqueo, hacia adentro y hacia afuera.
No puedo soportar la densidad de la poesía. Me llena, me atora.
Necesito alejarme cada tanto de ella. Cada segundo en que fijo la mirada.
Es un vaso desbordante de bebiba fría, pero mis dientes se sensibilizan a su contacto.
Es una tela de seda que invita a acariciar hasta que me sorprende una textura áspera que invita a acariciar, hasta que me inquieta una textura rugosa que invita a acariciar, hasta que me lastimo.
Voy de imagen en imagen brincando. Y una línea me apresa, y otra línea me suelta.
Y me lleno tanto de belleza que mi cuerpo pide a gritos mirar hacia otro lado.
Y cierro el libro. Y por rato no vuelvo más.


.
Pintura: "Ojos" de Mabel Pampín